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8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Este 8 de Marzo en todo el mundo se despliegan campañas rosadas proclamando que la situación de las mujeres ha mejorado, que se combate con eficacia la desigualdad y la opresión que pronto serán cosa del pasado. En México la propaganda vocifera que “es tiempo de mujeres”, pero a punto de acabarse el gobierno encabezado por López Obrador del partido Morena, que llegó a la Presidencia montado en la movilización y la lucha popular contra los gobiernos así llamados neoliberales, lo que acusan las mujeres de la clase obrera es un saldo de promesas no cumplidas. No llegó el ansiado bienestar a la mayoría de los hogares trabajadores, y las condiciones de vida de la clase trabajadora y en particular de las mujeres proletarias han empeorado: se disparó la inflación y los salarios se evaporan con cada aumento de precios, la salud y la educación pública se desmoronan brindando servicios cada vez más malos e insuficientes, las rentas en las ciudades se disparan, y en las comunidades rurales los monopolios extractivistas y el crimen organizado se confabulan para despojarlas de los recursos naturales, y desaparecer y asesinar a las defensoras y defensores del territorio.

Este año la burguesía vende como humo las mismas promesas de siempre en el nuevo ciclo de la demagogia electoral, pero bien aderezadas de rosa y violeta. Se presentan mujeres como candidatas a la Presidencia y a muchos otros puestos de elección popular, bajo el discurso de que su género representará un cambio en la política y un beneficio para las mujeres en general. Pero la realidad es que todas ellas representan los intereses de la clase dominante; administran, gobiernan y legislan sin moverse un milímetro de las políticas que los partidos de la burguesía han implementado y buscan seguir implementando: las políticas que benefician a los monopolios, que les permiten la concentración obscena de riqueza, y que aseguran la continuidad de su dominación, a costa de la explotación, la opresión, la desigualdad y el sufrimiento de millones de mujeres proletarias y sus familias.

Por eso las dos mujeres que aspiran a la Presidencia se han reunido antes de todo con las cúpulas empresariales, asegurándoles las facilidades y subsidios para sus megaproyectos e inversiones, financiando con presupuesto público las abundantes concesiones y la privatización de facto de infraestructura, servicios e instituciones, y garantizando el control de las masas trabajadoras por medio de la militarización y la pulverización de la lucha sindical. Por eso ambas candidatas han respaldado el TMEC, el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá que busca la libre circulación de mercancías y la expansión de los mercados, pero impone la política antiinmigrante que criminaliza a las trabajadoras migrantes y sus hijos e hijas, desplazados de sus lugares por la pobreza y la violencia. La paridad que presume este sexenio ha servido para legitimar las reformas militaristas, y ante el reclamo de justicia de las madres y buscadoras de desaparecidos lo que ambas candidatas garantizan es la continuidad de la militarización y el punitivismo carcelario.
Aunque los rostros femeninos aparecen con frecuencia en los puestos de mando, las empresarias, las gerentas, las presidentas, las ministras, representan los intereses de la burguesía, la élite que es dueña de las grandes empresas, las mineras, las constructoras, los bancos, las cadenas comerciales, es decir los monopolios de origen ya sea extranjero o mexicano como Amazon, Microsoft, Alphabet/Google, BBVA, Grupo Carso, Alsea, Cemex, Grupo México, Gruma, Grupo Modelo y muchos más. Mientras la inflación y la carestía golpean implacables el precario bolsillo de la clase obrera, los monopolios reportan estratosféricas ganancias; sus intereses son antagónicos a los intereses de las mujeres a las que explotan y oprimen: las obreras fabriles, las jornaleras, las vendedoras, las maestras, las trabajadoras informales, las desempleadas, las madres solteras, las jóvenes estudiantes de escuelas públicas, las trabajadoras migrantes, todas mujeres proletarias.
Los años previos a la pandemia registraron grandes movilizaciones que expresaban la indignación y el reclamo de justicia ante la violencia y los feminicidios, la opresión y la discriminación, la desigualdad laboral, contra las mujeres proletarias. Prontamente halló el feminismo un camino para desviar esta energía, al proponer que la lucha de las mujeres ahora debe centrarse en definir qué es ser mujer y quién es mujer, revolver alrededor del debate de las identidades y las demandas por los derechos individuales.

Mientras tanto, la situación actual de las inmensas masas de mujeres de la clase obrera es la dura realidad de la precarización de la vida, los salarios de miseria, la pérdida de derechos laborales, la flexibilización de horarios que conlleva jornadas interminables, la cuasi esclavitud del trabajo precario e informal, la dura carga de las tareas domésticas y de cuidados, y en las calles, la amenaza asfixiante de la descomposición social, la violencia sexual, la trata, las desapariciones de mujeres y niñas, que siguen aumentando a un ritmo aberrante. La crisis económica es una característica cíclica del capitalismo, y en cada ocasión hunde más sus garras en la clase trabajadora. También genera el escenario de la guerra como una forma rápida de destrucción y reacomodo de mercados y recursos, y como lo vemos hoy en Palestina, en Ucrania, en Yemen, es particularmente cruenta para las vidas y los cuerpos de las mujeres y la niñez.

En este escenario el llamado del Partido Comunista a las mujeres proletarias, a las mujeres de la clase trabajadora, es un llamado a la rebeldía, a la toma de conciencia de sus verdaderos intereses, a prepararse para la movilización y la lucha organizada junto al conjunto de sus hermanos de clase. La experiencia histórica desarrollada por la lucha de los trabajadores y las clases oprimidas para los grandes cambios sociales en todo el mundo, nos ha enseñado que la energía revolucionaria de las mujeres proletarias, como parte del conjunto de la clase obrera, desempeña un papel decisivo en el desarrollo del proceso histórico y en la transformación radical de la sociedad.

El 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, surgido a propuesta de la comunista alemana Clara Zetkin durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, el Partido Comunista de México conmemora a las heroicas y dignas obreras que en la lucha por sus derechos laborales han logrado conquistas históricas para todas las mujeres, e impulsado otras como el derecho al aborto, permiso de maternidad y lactancia, derecho a guarderías. Saludamos a las trabajadoras mexicanas que por todas partes del país están sosteniendo y encabezando huelgas y movilizaciones por sus demandas.

Además, el Partido Comunista llama a las mujeres proletarias a jugar su rol indispensable como parte de la clase obrera en la erradicación de la barbarie capitalista, con la abolición de la explotación de una clase social sobre otra, por la Revolución socialista. Sólo con el socialismo-comunismo es posible la abolición completa de todo tipo de desigualdades, económicas, políticas, jurídicas, culturales, que hoy dividen a la sociedad, incluyendo las desigualdades para las mujeres. Sólo en esas condiciones surgirá una sociedad nueva que borrará como cosa del pasado la ideología de la clase dominante que hoy impone la desigualdad, la opresión y la violencia contra las mujeres, y producirá los medios materiales para hacer posible la verdadera emancipación de la mujer, con el resto del género humano.

Comité Central del Partido Comunista de México