Hay otro camino posible. Sobre el asesinato de Jorge Briceño

Patricio Echegaray

Secretario General del Partido Comunista de la Argentina

A pocas horas de que las FARC dieran a conocer un documento en el cual reclamaban iniciar una instancia de diálogo como forma de encontrar una salida política y pacífica al conflicto, el gobierno colombiano respondió enviando efectivos, 27 helicópteros y más de 30 aviones a realizar un ataque militar sobre un campamento de las FARC en La Macarena en el cual, entre otros, fue asesinado Jorge Briceño Suarez, conocido como el “Mono Jojoy”.

“El bombardeo fue quirúrgico, dirigido a él y no al campamento”, declaró sin inmutarse, lleno de una macabra soberbia el ministro de Defensa colombiano Rodrigo Rivera, como si fuera su par norteamericano informando sobre bombardeos en Irak o Afganistán. Y no se trata solo de coincidencias en los términos y la lógica utilizada, esta operación no hubiera sido posible sin la complicidad del imperialismo estadounidense y la logística e inteligencia aportada desde las bases militares que mantienen en territorio colombiano.


Con este ataque, el presidente Juan Manuel Santos demostró que su papel es tomar sin reparos la posta dejada por Álvaro Uribe Vélez, asumiendo el rol de gendarme del imperio en su país y la región siendo funcional a los intereses de las derechas que buscan desestabilizar los procesos de cambio que se están desarrollando en América del Sur.

Así como en febrero de 2008 Uribe y sus cómplices estadounidenses llevaron adelante el ataque a territorio ecuatoriano en el cual fue abatido Raúl Reyes, hoy Santos aplaude desde la Asamblea General de la ONU en Nueva York el asesinato de Jorge Briceño.

El asesinato de Reyes tuvo como objetivo dificultar el proceso de liberación unilateral de rehenes al que habían accedido las FARC. Este nuevo ataque y el asesinato de Briceño es la respuesta de un gobierno que solo apuesta a la solución bélica del conflicto, a su criminalización, frente a la propuesta de diálogo de las FARC.

El mensaje de Juan Manuel Santos es más que claro, su política en el conflicto es la continuidad de la llevada adelante por Uribe y se sigue apostando por la violencia y el exterminio del adversario.


Para justificar esta opción por la resolución violenta del conflicto, se busca presentar a Jorge Briceño como el paradigma del mal, del terrorismo al que se presenta como el absoluto responsable del drama colombiano.


Esta maniobra tiene por objetivo reinstalar a nivel continental la teoría de los dos demonios tal como se está haciendo en la Argentina frente a los avances en el juicio y castigo a los genocidas, como forma de justificar el accionar de un estado terrorista, que no es otra cosa en lo que se ha convertido el estado colombiano.


En realidad Jorge Briceño, al igual que Marulanda y Raúl Reyes, fueron cuadros revolucionarios comunistas que en una determinada coyuntura tomaron las armas tras los ideales de justicia social, de la liberación nacional y de una vida mejor para su pueblo.

Sus trayectorias cuentan con una extensa foja política en pos de los ideales de la democracia con contenido social, de la autodeterminación de los pueblos, de los derechos de los trabajadores y del campesinado, de la juventud y de los estudiantes, de la solidaridad internacional con otros pueblos en lucha, una batalla que siempre libraron desde la perspectiva del poder popular y del socialismo.
Así como supieron tomar las armas, Briceño y sus compañeros supieron también dejarlas cuando se vislumbró un proceso de resolución política del conflicto.

Esto fue así en 1985 cuando bajo el gobierno de Belisario Betancur se conformó la Unión Patriótica –proceso que fue cercenado a sangre y fuego por los mismos que hoy asesinaron a Briceño y sus compañeros; en esa ocasión, 2 candidatos a presidente, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y miles de militantes fueron asesinados por grupos paramilitares y por el Ejército colombiano– y también en 1999 al conformarse la Mesa de Diálogo de San Vicente del Caguan bajo el gobierno de Pastrana.
Del asesinato de Briceño y sus compañeros y de la forma triunfalista, soberbia y calumniosa con la que el gobierno colombiano la difunde solo se puede inferir que se apunta a sostener y prolongar una guerra que les permite mantener un alto grado de represión sobre la sociedad colombiana y ocultar o intentar justificar los crímenes, la aparición de fosas comunes, los secuestros y desapariciones forzadas que cotidianamente se cometen contra la población generando una verdadera situación de crisis humanitaria que es la más grave del continente y una de las más serias del mundo.

Sin duda, el asesinato de Briceño es una baja militar, política y afectiva importante para las FARC, pero de ninguna manera llegará a desarticularlas y llevarlas a la rendición incondicional, las FARC cuentan con múltiples reservas y capacidad de recomposición.

Esto lo sabe el gobierno y sabe muy bien que la solución del conflicto de ninguna manera se dará por la vía bélica.

Sólo a través del diálogo político sin condicionamientos previos y en términos convenidos por las partes se puede abrir rumbo a la solución pacífica y negociada, insistimos, la única posible del conflicto.


La propuesta de rendición incondicional con garantías que el gobierno propone a través de su ministro de Defensa solo es una bravuconada al igual que las declaraciones de Santos en la ONU, ¡vamos por ustedes! exclamó exaltado ante la aprobatoria sonrisa de Barak Obama. Saben muy bien que tienen la respuesta negativa asegurada por adelantado, pero lo que realmente buscan es crear las condiciones para mantener, incrementar y prolongar un conflicto que es funcional a sus intereses reaccionarios y proyectarlo a toda la región.

No está de más reiterarlo: la única salida es el diálogo y la paz.


El intercambio humanitario sería, en nuestra opinión, un paso adecuado hacia la apertura de este diálogo sin condicionamientos. Las FARC han dado pasos concretos en este sentido y lo han vuelto a manifestar luego del ataque, pero así como a ellas se les pide la liberación de los rehenes, el Estado colombiano debe dar también pasos en igual dirección y dar respuesta sobre la situación de cientos de prisioneros de las FARC y otros sectores populares que se encuentran en las mazmorras del gobierno en condiciones infrahumanas.


Por eso, como lo venimos haciendo desde hace tiempo, sumamos nuestra voz a los que luchan por una solución de carácter político y negociada, la única que puede tener efectos positivos para la situación política, social y económica del pueblo colombiano.

Sumamos nuestra voz a los que reclaman un diálogo sin condicionamientos que lleve paz al pueblo colombiano.


El único camino posible pasa por el diálogo.

Operativos militares como el de La Macarena, y que el gobierno colombiano continúe siendo funcional a los intereses del imperialismo sólo incrementara el predominio de la muerte sobre la vida.

Y contra eso hemos luchado siempre los comunistas.